Dos neurocientíficos de la UPV han participado en un estudio internacional
26/03/2012
La marihuana, la maría, altera seriamente la memoria. Pero han tenido que ser dos investigadores de la Universidad del País Vasco, Juan Mendizabal y Pedro Grandes, quienes den cuenta de ello. Los dos neurocientíficos han participado en un estudio internacional que recalca cómo la marihuana perturba la memoria. Los científicos vascos desvelan el mecanismo por el que el consumo crónico y excesivo de esta droga provoca cambios sustanciales en la memoria de trabajo, aquella que retiene información durante periodos cortos de tiempo.
En el estudio han colaborado los doctores Mendizabal y Grandes, profesores del Departamento de Neurociencias de la Facultad de Medicina, junto con otros 15 investigadores de Francia, Canadá, China y EE.UU. El doctor Grandes subraya que el tetrahidrocannabinol, el principal componente psicoactivo de la marihuana, actúa -como cualquier fármaco- sobre determinadas proteínas, en este caso los receptores llamados CB1 que al activarse en el hipocampo, provocan la liberación de glutamato, un aminoácido que excita el sistema nervioso central.
Aunque esto no sea Amsterdam, -donde la legislación ha dejado de ser tan permisiva para los turistas, ya que reserva sus coffee shops solo para los autóctonos- el porro es una de las drogas con más adeptos en las ciudades vascas. De hecho, pese no estar legalizados, en Euskal Herria al igual que en otras zonas del Estado, los coffee shops forman parte del paisaje habitual. Se trata de clubes privados (hasta 40 se han unido en una Federación) que gestionan plantaciones colectivas de cannabis para producir la marihuana y el hachís que consumirán sus socios y socias, que son quienes sufragan las plantaciones por medio de las cuotas. Socios los hay de dos tipos: los terapéuticos (que consumen la droga por razones de salud) y los lúdicos.
Estas entidades se quejan de la falta de regulación. "Las leyes no especifican nada. Estamos construyendo nuestro propio camino", explican desde la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), que agrupa a cuarenta de estos clubes. Así, la FAC propone que no puede haber propaganda, no hay lucro y es un circuito de consumo privado y cerrado. Aún así, persiste el riesgo de que la Policía detenga a uno de los socios en el transporte de la maría de la plantación al local. No hay norma que especifique los límites o cómo puede compatibilizarse esta actividad con la Ley Corcuera, que prohibe la tenencia de drogas en la vía pública.
En Euskadi, las organizaciones que trabajan con la Dirección de Drogodependencias "informan y aconsejan contra el consumo por menores de 18 años por el riesgo que tiene el cannabis para las personas cuyo sistema nervioso no está aún formado completamente. Y sobre todo esos menores que consumen antes de entrar a clase cuando está demostrado que daña la memoria y provoca falta de atención". La presión social para revisar las políticas sobre drogas ha dado sus frutos. Así, Sanidad presentará en el Parlamento Vasco antes del verano la Ley de Adicciones que incluirá una norma más permisiva con el consumo "responsable" del cannabis o marihuana por parte de las personas mayores de edad, apostando por "dejar cierto espacio a la autonomía personal" siempre que se cumplan dos condiciones: que exista información completa sobre las consecuencias del consumo de marihuana y que se garantice un absoluto respeto al derecho de las demás personas, sobre todo el de los menores.
El anuncio, no exento de polémica, lo realizó el viceconsejero de Sanidad, Jesús María Fernández, en la presentación del sexto plan de adicciones, que dejó bien claro que no equivale a una legalización de esta droga pero es un primer paso para llenar el vacío legal en el que se mueven los consumidores. Sanidad quiere que el cannabis pase del limbo jurídico actual a la legalidad. "La lógica es no ser prohibicionista y asegurar que la gente se haga responsable por la información y la educación", dice el consejero Rafael Bengoa. En la práctica, Euskadi sería el primer territorio del Estado que regulase en qué circunstancias es legal producir, distribuir y consumir los derivados del cannabis.
No es raro que sea Euskadi la pionera en sacar del limbo jurídico el consumo de hachís, puesto que ha sido aquí donde florecieron las asociaciones (hasta medio centenar) de consumidores de productos extraídos de la planta: clubes privados que gestionan plantaciones colectivas de cannabis para producir la maría y que consumirán sus socios, que son quienes sufragan con sus cuotas el circuito completo: producción, transporte, consumo privado.
La media de edad de los socios de estos clubes ronda los 35 años, lo cual quiere decir que hay un porcentaje alto de consumidores que están entre los 40 y los 50. Algunos clubes tienen bar o restaurante, un modelo al estilo de los coffee shops holandeses. Para acreditar que no hay tráfico, los socios registran en el cuaderno de bitácora de su club las cantidades que prevén consumir, cálculos que determinarán el tamaño de la cosecha. A futuro se plantean que una autoridad se encargue de "auditar" las producciones. Factor a tener en cuenta ya que algunas de las asociaciones tributan IVA (gravado al 18%) por las cuotas que sufragan los cultivos. El volumen del impuesto supuso en el año 2010 cerca 18.938 euros en el caso de Greenfarm, en Donostia.
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