Su toque de queda , su más o menos limitada paga semanal y sus estudios escolares no son ningún impedimento para que las noches de los viernes y sábados, e incluso de algún que otro jueves, se vuelquen con ganas en una práctica convertida en sinónimo de diversión. El botellón se mantiene en auge entre los menores vitorianos, cada vez más precoces a la hora de probar su primer ‘kalimotxo’ o cubata, motivo por el cual –pese a la escasa implicación familiar– escala puestos en el punto de mira del equipo de gobierno y, por ende,
de la Policía Municipal.
http://www.drogomedia.com/hemeroteka/archivos/20120303.pdf
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